Esta es la solución si te sientes culpable por todo patricia diez diez

Esta es la solución si te sientes culpable por todo

culpabilidad

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Sentirte culpable por todo es como llevar una mochila invisible llena de piedras. Algunas ni siquiera son tuyas, pero ahí las llevas, cargándolas sin cuestionar si realmente deberías.

 

Te disculpas por cosas que no hiciste, por decir que no, por necesitar espacio, por cometer un error humano. Incluso por existir. Y cada vez que alguien te dice “no es para tanto”, la culpa no desaparece… se entierra más dentro de ti.

 

Pero la culpa no es una verdad absoluta. Es solo una emoción que, mal gestionada, te hace ver problemas donde no los hay. Vamos a desmontarla:

 

1. La culpa tóxica vs. la culpa saludable

 

Primero, hagamos una distinción clave: no toda la culpa es mala.

 

Culpa saludable: Surge cuando realmente has hecho algo que va en contra de tus valores. Ejemplo: si insultaste a alguien en un momento de rabia, sentir culpa puede hacer que te disculpes y mejores. Aunque yo siempre cambio eso de "culpa" por "responsable". Puedes intentar cambiarlo tú también y pensar cosas como "me siento responsable por esto, voy a solucionarlo".

 

Culpa tóxica: Es cuando te sientes responsable de cosas que no dependen de ti o crees que hacer lo mínimo por ti misma es egoísta. Ejemplo: sentirte culpable por decir que no a un plan, por no responder rápido un mensaje, por priorizarte.

 

¿Cuál de estas dos cargas llevas más a menudo? 

 

 

 

2. La trampa de la culpa: si te sientes culpable, no significa que lo seas

 

Imagina que cada vez que alguien frunce el ceño, tú automáticamente asumes que es por tu culpa.

 

Si te hablan con menos entusiasmo → seguro que hice algo mal.


Si no contestan el mensaje rápido → seguro que están enfadados conmigo.


Si digo que no a algo → seguro que piensan que soy mala persona o egoísta.

 

Pero tu mente no es una jueza imparcial. Es más bien como un mapa digital mal calibrado, que siempre te dice que vayas por el camino más largo y complicado.

 

Ejemplo: Tu amiga no te responde al instante. Tu cerebro empieza: “Seguro que está molesta conmigo”, "Igual he sido muy seca en el mensaje", "A ver si se enfada, voy a escribirla otra vez para explicarlo mejor". Lo que no sabes es que quizá está en una reunión, con su familia, en el cine o simplemente sin ganas de mirar el móvil.

 

¿Ves cómo la culpa no siempre tiene sentido?

 

Antes de asumir que eres responsable de todo, pregúntate si realmente hay evidencia o si es solo un mal hábito de pensamiento.

 

 

 

3. La metáfora de la maleta ajena: no cargues con lo que no te toca

 

Imagina que alguien te regala una maleta súper bonita, con tus colores favoritos, con 4 ruedas para que la puedas llevar a todas partes sin que te duela la espalda y súper cómoda y te dice: "Toma, es tuya", pero al abrirla, ves que está llena de piedras, sucia y que por muchas ruedas y colores que tenga, usarla te hará daño a la espalda y te frustrará.

 

Esto mismo pasa con la culpa. A veces, los demás te hacen regalos, pero no tienes que aceptarlos si no quieres. Porque esos regalos te hacen sentir responsable de sus emociones, de su felicidad, de sus problemas. Porque son regalos, son cosas suyas, no tuyas. En tu mano está el no aceptar esos regalos.

 

Ejemplo: Tu madre se molesta porque no llamaste ayer. Tú te sientes fatal, como si hubieras cometido un crimen. Pero ¿realmente hiciste algo malo? O simplemente, ¿es su expectativa la que no se ha cumplido?

 

Cada vez que te sientas culpable, pregúntate: ¿esta culpa es realmente mía, o alguien me la ha dado sin que me diera cuenta? 

 

¿Este regalo lo quiero o prefiero devolverlo? 

   

 

 

4. Aprender a decir "no" sin sentirte un monstruo

 

Muchas veces la culpa viene de decir "no" porque te han enseñado que complacer a los demás es lo correcto.

 

Y ese es el problema: si siempre dices que sí para evitar la culpa, terminas diciéndote que no a ti misma.

 

Ejemplo: Te piden un favor que no te apetece hacer. Si dices no, te sientes como la peor persona del mundo. Pero si dices sí, terminas agotada, resentida y estresada. ¿Dónde está el beneficio en esto?

 

Decir “no” no te hace egoísta. Te hace una persona con límites.

 

 

 

5. No pidas perdón por existir

 

Si constantemente pides perdón por cosas absurdas (“perdón por molestarte”, “perdón por tardar un poco”, “perdón por expresar mi opinión”), haz un experimento:

 

24 horas sin pedir disculpas por cosas innecesarias. 

 

Ejemplo:
En lugar de "Perdón por tardar en contestar", di "Gracias por esperar".
En lugar de "Perdón por decir esto", di "Quiero compartir esto contigo".

 

Cuando dejas de pedir perdón por existir, empiezas a recuperar el espacio que te pertenece.

 

 

 

6. Recuerda: No eres responsable de lo que otros sienten

 

Si alguien se enfada porque pusiste un límite, eso no significa que el límite esté mal.


Si alguien se decepciona porque hiciste lo mejor para ti, eso no significa que hicieras algo malo.

 

No puedes controlar cómo reaccionan los demás, solo puedes elegir ser fiel a ti misma.

 

Ejemplo: Si alguien se molesta porque priorizaste tu bienestar, esa molestia es suya, no tuya. No puedes evitar que los demás sientan cosas, pero sí puedes elegir no vivir para evitar que se incomoden.

 

 

EJERCICIO: El diario de la culpa

 

Durante una semana, cada vez que sientas culpa, anótalo en este formato:

 

¿Qué pasó? (Ejemplo: Mi amiga me escribió y no respondí de inmediato).

¿Por qué me siento culpable? (Ejemplo: Siento que debo contestar rápido o pareceré una mala amiga).

¿Realmente hice algo malo? (Ejemplo: No, simplemente estaba ocupada y respondí cuando pude).

¿Esta culpa es mía o viene de una expectativa ajena? Si es ajena, ¿quiero devolver ese regalo que me han hecho?

¿Cómo podría responderme a mí misma con más compasión?


 

Después de una semana, revisa todas tus notas y pregúntate:

  •  ¿Cuántas veces me sentí culpable por cosas que no dependen de mí? 
  •  ¿Cuántas veces asumí la responsabilidad de la felicidad de otros? 
  •  ¿Cómo puedo cambiar mi diálogo interno la próxima vez? 

 


Intenta hacer este ejercicio sin juicio, con curiosidad digamos, como si estuvieras observando tu propia mente con amabilidad.

La culpa es un hábito. Pero, como cualquier hábito, puedes cambiarlo si te das cuenta de cómo funciona en tu vida.

 

 

Si sientes que necesitas un acompañamiento para guiarte en el camino y sanar esa culpa desde la raíz, puedes escribirme por email a [email protected] o directamente por Whatsapp aquí: 

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